Jesús Mª del Río, Expatriado de ULMA Packaging en Alemania.
“En 2006 conseguimos formar en Alemania un pequeño grupo con experiencia y nos lanzamos a abrir un centro de I + D que con el tiempo se integrara en la actividad comercial y que nos permitiera estar más cerca de los niveles tecnológicos de la competencia.
Yo llevaba entonces 6 años en ULMA ejerciendo el puesto de Área Manager en varios países de Europa del Oeste entre los que estaba Alemania. Aunque desde nuestros puestos hay siempre contacto, se ven las cosas de forma diferente y desde un punto de vista muy operativo. Sin embargo, hay otros factores, incluso culturales, que no se entienden. Por otra parte, en el negocio de Packaging el servicio es un factor muy importante y es por ello que no se termina con la venta. Cada máquina, cada cliente, incluso con el mismo producto, es un mundo y por ello hay que estar muy cerca del cliente. Yo siempre he creído que sería más fácil y eficiente gestionar las cosas cuando realmente las conoces y las vives directamente, independientemente del país del que se trate, y así poder trasladar esto a la Matriz. En las reflexiones estratégicas que solíamos realizar coincidieron ambas necesidades y prácticamente de la noche a la mañana estábamos ya inmersos en el desarrollo de este proyecto que para mí fue la expatriación.
A mi mujer, Ane, a pesar de que para ella suponía dejar un puesto y embarcarse en algo totalmente nuevo no me costó mucho convencerla. Ella había estudiado en Alemania, por lo que no le sonó algo extraño. Recuerdo como si fuera ayer que se lo solté por email, al que respondió positivamente entre incrédula y a la vez emocionada. Después, evidentemente, hubo que madurarlo un poco… Con todo, el 8 de Agosto de 2007 y sin mirar atrás hicimos las maletas y empezamos una nueva vida. Nuestros hijos, Gaizka y Jone, que todavía no habían cumplido los 4 y 5 años, tenían una edad ideal. Un año antes o uno después no nos hubiera hecho ni plantearnos el tema. En poco más de 4 meses en Alemania no sabían si hablar en castellano, en euskera o en alemán. Su nivel era prácticamente el mismo. Eso sí, nunca los mezclaban. La capacidad de los niños nunca dejará de sorprendernos.
La experiencia es muy positiva y si volviéramos atrás en el tiempo no tengo, a día de hoy, dudas de que volvería a hacerlo.
Vivimos en Illertissen, un pueblo cerca de ULM al sur de Alemania en el estado de Baviera, de aproximadamente 15.000 habitantes, aunque nadie lo diría. La vida de un pueblo en Euskadi, incluso mucho más pequeño, no es comparable ni con mucho a lo de aquí. Pero en Alemania se vive bien, la educación y la sanidad funcionan muy bien y hay mucha seguridad. En definitiva, es un país que funciona. A diferencia de otros destinos, no hace falta vivir en jaulas de oro, las diferencias no son tan grandes y no hay playas paradisíacas, desiertos o peculiaridades como pudieran ofrecer otros destinos. Tratamos de vivir como allí y visitar y conocer al máximo posible la cultura alemana. Hoy, después de 5 años, ya estamos más que integrados, aunque los comienzos fueron difíciles. A veces más difíciles de lo que uno puede llegar a pensar, porque hay factores emocionales que están fuera de tu control y dificultades y barreras que llevan un tiempo superar.
Desde el punto de vista profesional siempre he contado con el apoyo muy fuerte de Oñati y eso ayuda. No hay que olvidar que aunque gestionamos equipos pequeños la casuística y los problemas aparecen en la misma medida que en una empresa grande y los recursos para gestionarlos son reducidos. Quizás ésta es la parte más difícil que nos toca vivir. Los problemas en la distancia y en otra cultura se hacen más difíciles todavía. Con todo, la experiencia es muy positiva y si volviéramos atrás en el tiempo, no tengo, a día de hoy, dudas de que volvería a hacerlo, aunque no es una experiencia que haría más de una vez. Desde el punto de vista personal es en mi opinión una experiencia irrepetible y hay que quedarse con eso.”